Carme Ferré
A cada terremoto en Japón, las televisiones nos sorprenden con divertidas imágenes de escolares riendo bajo las mesas de sus colegios, o entrenándose para tal caso, y aunque es evidente que el último tsunami superó en efectos a la capacidad de prevención, sí hay pautas para comportarse ante los sismos. Cuando aún el desastre de la fiesta de Halloween en una sala de Madrid se está investigando, una duda planea ante nosotros: ¿Habríamos sabido cómo actuar ante la avalancha?
Si no se trata de consejos familiares, ni en la escuela ni por parte de las autoridades recibimos información de qué hacer ante un accidente, un fuego, un desastre natural o una avalancha, y no son pocas las veces que nos encontramos con masas de gente en conciertos, fiestas o espectáculos deportivos. Antecedentes no faltan en todo el mundo, y de manera cercana sobre todo en Bélgica y Alemania, con los casos del estadio de Heysel de 1985 y la Love Parade de Duisburgo de 2010. A pesar de la magnitud de estas tragedias, nada en la cultura de la prevención se ha hecho más presente más allá de la anécdota.
Los desastres se suceden independientemente de la investigación y de las aportaciones técnicas en el campo de la sociología, la física y los modelos matemáticos. Lo que falla no es la academia sino que la agenda de la prevención no entra en las conversaciones y temas de lo cotidiano. Quizás nos cansen los mensajes de actuación en los aviones en caso de accidente, pero muchos sabemos que debemos descalzarnos, ponernos las mascarillas, bajar la cabeza y luego buscar la salida de emergencia.
Otros campos de discusión se abren ante las muertes del Madrid Arena: el posible fraude de la empresa, los planes de evacuación que no se hacen cumplir, la presencia de menores sin pautas de actuación ante contingencias… En un momento delicado en que el ahorro recorta en ambulancias, seguridad o ingenieros, es más urgente que nunca que haya consejos claros sobre qué hacer ante una avalancha o un desastre que puede suceder cerca.