Aline Martins
Cuando se buscan argumentos racionales para opinar, puede evidenciarse que la realidad se construye con barreras morales. Recientemente el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, quiso racionalizar el matrimonio homosexual y encontró refugio en lo que sería la contra-naturaleza: la imposibilidad de “la pervivencia de la especie” .
Su argumento fue noticia en toda la prensa generando críticas, encendiendo otra vez el tema. Los números muestran que el colectivo LGTB intenta vincularse cada vez más al modelo de familia tradicional, formalizando la unión. Desde 2005, cuando se aprobó la ley del matrimonio gay en España y cuando el Código Civil modificó las palabras padre y madre por progenitores, más de 22.000 bodas se celebraron entre personas del mismo sexo según datos del INE, de 2012. Y se multiplican los casos de adopción o inseminación artificial en familias homoparentales.
Del otro lado del Atlántico, casi simultáneamente, el argumento racional parece debilitarse. El estado brasileño de São Paulo, cuya capital es la segunda metrópoli de América y una de las más pobladas del mundo, aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo, que ya no necesitan esperar la decisión de la justicia para oficializar la unión.
Parece que en Brasil la discusión sobre la pervivencia de la especie humana no limita los avances sociales. Más allá de argumentos morales, lo que debe prevalecer es continuar hacia la igualdad.